¿Quién tatúa a los famosos?

En esta ocasión, te vamos a mostrar tres de los tatuadores de los famosos, pues es bastante frecuente que varios artistas recurran a ellos en cuanto consiguen cierta reputación. También, mostraremos algunos de sus trabajos para algunas celebridades.

Es fácil darse cuenta de que los famosos son exigentes buscando tatuadores y no escatiman en presupuesto, independientemente del tipo de tatuaje. Tienen la posibilidad de desplazarse a diferentes zonas, pueden aprovechar para tatuarse si están de paso en algún lugar concreto, o algunos incluso deciden pagar un viaje a un tatuador para contar con sus servicios…

Doctor Woo: el favorito entre los tatuadores de los famosos.

Dr Woo es uno de los tatuadores favoritos en cuanto a tatuajes pequeños y minimalistas se refiere, aunque también realiza piezas grandes. Tiene un estilo delicado y se centra sobre todo en motivos relacionados con el universo y los animales. Su delicadeza ha cautivado a artistas como Katy Perry, Miley Cyrus, Dakota Johnson, Lucy Hale, entre otras. 

Tiene su estudio en Los Ángeles (Estados Unidos), pero en ocasiones es contratado en otras zonas. Por ejemplo, la propia Katy Perry lo invitó a viajar a Australia para disfrutar junto a ella y todo su equipo del cierre de la gira. Normalmente, la cantante se realiza un tatuaje al finalizar algunas de sus giras, y quería contar con los servicios de este tatuador. Aquí puedes leer más acerca de los tatuajes que se hacen los famosos relacionados con su música.

Keith McCurdy.

Su estudio, Bang Bang Tattoo, tiene bastante reputación, pues es uno de los más famosos de Nueva York. Su estilo ha cautivado a famosas como Selena Gomez o Cara Delevingne, incluso Adele tiene tatuada la marca de McCurdy. Rihanna fue quien descubrió a este tatuador hace mucho tiempo, ¡tanto que ni siquiera McCurdy la conocía!

Scott Campbell.

A su estudio, situado en Brooklyn, acuden celebridades tales como el rapero Travis Scott o el diseñador Marc Jacobs. Su estudio saltó a la fama tras su campaña Whole Glory. Los clientes que acudían a su estudio metían la mano en un agujero y depositaban toda la confianza en Scott. Desde el otro lado y sin pactar nada, el tatuador comenzaba la pieza que él quisiese y los clientes no podían ver el resultado hasta que no estuviera terminado.